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Libertad, aunque tardía
O martirio de Tiradentes, contado por Antonio Callado
VOZ 1: Y ahora vamos acompañar más de cerca, en todas sus “escenas”, el panel de Tiradentes, que nos da un recado de esperanza, a despecho de todo: él empieza con el pueblo llorando, encadenado, y termina con ellos rompiendo las cadenas.
Tras el pueblo, encontramos los inconfidentes, en la época en que conspiraban. Tiradentes es la primera figura. Lleva en las manos, una vez que solo pensaba en ellas, cadenas. Pensaba sobre que hacer para romperlas. Pongan atención a que él aparece sin barba. Era alferes del Regimento de Dragões da Vila Rica y barba iba en contra el reglamento. La negra barba de la efigie clásica la creo en la cárcel. Y pongan atención también – otra vez los reglamentos – a que les afeitaron para la ejecución.
Pero sigamos examinando el primer grupo, que tiene a la derecha, cabeza metida en un libro, el joven José Álvares Maciel, que admiraba Jefferson y Franklin, pues habían liberado los Estados Unidos del dominio de la Corona británica, Franklin, además de todo, había inventado el pararrayos y sobre él se decía en la época que “robó el cetro a los tiranos y el rayo a los dioses”. Los inconfidentes eran todos letrados, curas, desembargadores, poetas. Portinari puso ahí los curas Correia de Toledo, José da Silva y Oliveira Rolim, el poeta Cláudio Manuel da Costa y el teniente coronel Francisco de Paula Freire de Andrade.
VOZ 2: En se tratando de poesía, Tiradentes se encontró entre tres poetas que hacen parte de la historia literaria del país: Alvarenga Peixoto, poeta menor, y dos grandes poetas, Cláudio Manuel da Costa, con su estilo clásico, y Tomás Antônio Gonzaga, de dulce dicción e infinita gracia, autor de Marília de Dirceu.
Eses poetas pertenecían todos al movimiento Arcádia. Se nutrían y se inspiraban en gran medida en las Églogas de Virgílio y en los ecos que, a través de los tiempos, ellas despertaran en la poesía italiana, francesa, portuguesa. Eran tan arcádicos los poetas inconfidentes que fueran buscar no en algún modelo épico – en la Eneida, digamos – pero en la primera égloga su lema, la inscripción de su bandera, el “libertas quae sera tamen”. El verso, que en Brasil se convirtió en emblemático, es parte de la frase con que el pastor Titiro cuenta al pastor Malibeu como pasó de los brazos de Galatea a los de Amarilis. “la libertad, aunque tardía, me vino, a pesar de mi negligencia. Abandonado por Galatea, Amarilis me tomó por amante. En el tiempo de Galatea, confieso, yo no tenía la menor esperanza de libertarme”, y por ahí sigue el pastor Titiro en sus confidencias amorosas.