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Libertad, aunque tardía
El martirio de Tiradentes, contado por Antonio Callado
VOZ 2: A principio de julio de 1949, Portinari posó, por fin, los pinceles al pie de los grandes cuadros de Tiradentes, que ahora solo faltaba montar, conjugar, para que contasen de punta a punta la historia de Joaquim José da Silva Xavier. Y Portinari escribió – con aquella mescla de tristeza y alivio del artista que terminó la obra – un billete a Francisco Inácio Peixoto, que le encargara el panel para el Colégio de Cataguases, Minas Gerais:
VOZ 1: “Mi querido Peixoto, nuestro panel Tiradentes ya está listo. (…) Los directores del Museu de Arte Moderna de aqui ma han dicho que ya hablaran contigo sobre la exposición del panel en Rio. Deseo saber si puedo entregarlo. El director del Museu de Arte Moderna de São Paulo también hizo idéntico pedido”.
Desde el mes anterior el presidente del MAM de São Paulo, Francisco Matarazzo Sobrinho, el Cicillo, había escrito a Portinari acerca de la “posibilidad de que expongamos aquí en São Paulo su nuevo panel Tiradentes, antes que sea enviado para Minas. Sería una perdida lamentable para el pueblo de São Paulo no poder admirar esta su nueva y gran obra y creemos que no hay nadie más indicado para presentar este panel, que desde luego, es famoso que el Museu de Arte Moderna”.
VOZ 2: Cicillo tenia razão cuando declaraba el cuadro ya famoso. El Tiradentes se trasformara de pronto en noticia de periódico, reportaje, entrevista, crítica. Y desde el primer día atrajo una multitud al Automóvel Clube do Rio, donde primero fue expuesto al público. Había tantas personas en el primer día que Graciliano Ramos, grande amigo de Portinari, dejo la ida al Automóvel Clube para el día siguiente. Después envió este billete: “Querido Portinari. Estuve una hora hoy a admirarlo. No valía la pena venir ayer – día de gente pija”.
(Grande vista del panel)