Por Delicia Villagra-Batoux
Cherory pomomaiteívo ñañemongeta haguã Guarani ñe’ẽ rehe, ñanepytyvõva hína jaikuaauka haguã ojupe ñane remiandu ha ñande rembipota jaipykúivo oñondive umi tape ikatútava ñanemoaguĩve ojuehe
Me place saludarles para hablar sobre la lengua Guaraní, lengua que nos está ayudando a compartir nuestros sentimientos y nuestros anhelos al emprender los caminos que puedan fortalecer nuestros lazos
La brusca irrupción de la pandemia del Covid 19 que está azotando al mundo nos llama, más que otras veces, a dirigir nuestra mirada hacia todo lo que yace en lo profundo de cada uno de nosotros como seres humanos, con el propósito de imaginar las nuevas tramas de relacionamiento social que necesitamos para actuar colectivamente al enfrentar nuestros desafíos comunes. Algo que ha quedado claro es que el “Uno” depende de los “Todos” y vice-versa. Y para comprenderlo en su justa medida debemos repensar la propia dimensión del ser humano en la dinámica de este tiempo. Súbitamente el Hombre, sin distinciones de ninguna clase, ha vuelto a ocupar el centro estratégico en este momento en que una pandemia abarca la totalidad de la tierra, poniendo en peligro su existencia individual y colectiva. En este contexto, consideramos oportuno observar cómo el individuo se está conectado con la sociedad, en qué medida él es modelado por ella y lo contrario, cuáles son los contornos de esta interdependencia y cuáles son los canales por los cuales se manifiesta? Son algunos de los interrogantes que pretendemos abordar a través de una de las dimensiones definitorias del ser humano: el lenguaje, instrumento con el cual se forja la identidad y se construyen los cimientos del Patrimonio intangible de los pueblos. Partiendo del Decirse identificador y del Decir colectivo trataremos de identificar los recursos que utiliza el Hombre para tejer las tramas de su relacionamiento con los demás, sobre todo cuando se trata de buscar respuestas comunes a toda problemática que deba resolver.
Observando el comportamiento lingüístico de los paraguayos desde el inicio del aislamiento denominado “el modo Covid de vivir”, que yo llamo “el modo Covid de resistir”, intentaremos explicar por qué la lengua guaraní se ha constituido, espontáneamente, en una valiosa herramienta para luchar contra esta enfermedad.
Como un relámpago, la lengua guaraní (con las demás lenguas autóctonas habladas en el país) ocupó los espacios comunicativos para informar, acompañar y alentar a la población con el fin de hacer frente a la pandemia que ha llegado a nuestro país. De una manera clara, pedagógica y hasta divertida ella llegó a todos a través de los medios masivos de comunicación, encabezando la gran campaña sanitaria nacional. Las imágenes de los niños pronunciando la frase “Epyta nde rógape!” (quédate en casa!), difundidas en todas partes se volvieron cotidianas, respetadas y amadas.
La particularidad del Paraguay de apelar a los cimientos de su cultura para movilizar la voluntad popular y unir a sus habitantes cuando debe hacer frente a acontecimientos de gran trascendencia, tiene una tradición histórica. Lo mismo puede afirmarse cuando se trata de hacer sonar con fuerza su voz fuera de su territorio. En reiteradas ocasiones, la palabra guaraní ha sabido desdibujar sus fronteras físicas rompiendo la “insularidad” del país, tendiendo puentes lingüísticos que los unen a todos sus vecinos, testimoniando así la actualidad de su carácter de Patrimonio intangible regional. Aunque con acentos propios, la lengua guaraní nunca dejó de ser hablada en las zonas fronterizas de los tres países limítrofes del Paraguay.
Para llegar a las raíces de esta particularidad haremos una breve descripción histórica que podrá ayudarnos a comprender las razones por las cuales esta lengua se ha constituido en un cimiento patrimonial insustituible para el mantenimiento de la cohesión entre los guaraní-hablantes y por qué ella debe ser considerada hoy día como un eslabón capaz de desarrollar y fortalecer los lazos entre los Estados y las naciones en nuestra región.
La lengua guaraní es heredera de la familia lingüística Tupi-Guaraní que dominaba la mayor parte de América del Sur en la época precolombina. Llegó a ser una de las “Lenguas generales” durante la Colonia y fue el objeto de la primera planificación lingüística que acompañó la experiencia social y económica de las Misiones jesuíticas en la región. El “guaraní jesuítico” o denominado también “guaraní clásico” fue la lengua mejor estudiada y descripta por los gramáticos de aquella época. Las obras del lingüista y filólogo Antonio Ruíz de Montoya, “Tesoro de la lengua guaraní”, “Arte y Bocabulario de la lengua guaraní” y “Catecismo de la lengua guaraní” (1639-1640) son reconocidas como obras maestras en el arte de la normalización de una lengua autóctona americana. (Conservamos la B en Bocabulario como figura en su primera edición) La lengua guaraní, habiendo obtenido los soportes de la escritura, llegó a constituirse en la piedra angular del nuevo modelo social puesto en marcha por los jesuitas, al mismo tiempo de seguir siendo la lengua mayoritaria, empleada prioritariamente en forma oral, en el resto de la Provincia. Tras las dislocaciones postcoloniales y el surgimiento de los Estados nacionales fue reduciendo su espacio en las tierras paraguayas y los territorios adyacentes, dejando los ecos de su presencia en el substrato profundo de su dominio de antaño.
El rango de “lengua general” otorgado al Tupi-Guaraní, además del reconocimiento de la vigencia de esta lengua en la vasta región, demuestra que la propia lengua supo hablar por sí misma, es decir, supo reflejar los atractivos culturales contenidos en ella: “… tan copiosa y elegante. Tan propia es, que, desnudas las cosas en sí, las da vestidas de su naturaleza”, decía Montoya (citado por B. Melià en “Elogio de la Lengua Guaraní” 1995).
Al remontarnos aún más en el pasado de esta lengua vemos que a la llegada de los conquistadores, su dominio comprendía los bosques tropicales y subtropicales de América del Sur, desde el océano Atlántico hasta los contrafuertes andinos. A través de las constantes migraciones de las etnias que la hablaban, este espacio fue modificándose conformando territorios diferentes. Es asombroso poder constatar que estos pueblos, para quienes el agua no era un simple elemento natural, sino un elemento vital que impregnaba sus vidas, fueron estableciendo sus diferencias según el curso de los ríos. Los Tupi se asentaron sobre las márgenes de los ríos que corren hacia el norte (parte meridional de la cuenca del Amazonas y la cuenca de San Francisco), entre quienes los Tupinamba ocuparon las orillas mismas del Atlántico. Los grupos guaraníes, en cambio, se ubicaron sobre el curso de los ríos que corren hacia el sur (cuenca del río de la Plata). Sin embargo, los Tupi habrían desbordado, en cierto modo, esta separación natural constituida por los ríos llegando hasta las cercanías del gran Pantanal. Sobre la costa llegaron hasta el sur del actual San Pablo. Pero la cultura Tupi-Guaraní aún presentaba una gran homogeneidad, a pesar de esta dispersión, a la llegada de los europeos.
Es interesante observar, aunque sea someramente, cuáles eran los cimientos de esa homogeneidad.
Los Tupi-Guaraní casi no han dejado rastros de su cultura material, contrariamente a las “grandes culturas” amerindias que ofrecieron una serie de elementos comparables a los de la cultura europea (ciudades, palacios, templos, objetos de arte, etc.). Pero sí dejaron el tesoro de sus lenguas. Núcleo vital de esta cultura, las lenguas Tupí-Guaraní apenas dialectalizadas en la época, han permitido deducir los ejes articuladores que sirvieron para la organización de la sociedad, cuyas características esenciales pueden ser resumidas de este modo:
La Economía
Una agricultura neolítica, la caza, la pesca y la recolección de frutos como actividades fundamentales y el colectivismo como modo de producción y de distribución de bienes constituían la base de la economía.
La vida social y política
Las familias habitaban, sometidas a la autoridad tribal, en casas agrupadas en aldeas. No habiendo acumulación del excedente de producción, la diferencia de clases tampoco existía, aunque sí una cierta jerarquía social, necesaria para el buen funcionamiento de la sociedad.
La lengua y la religión
La creencia en una divinidad suprema creadora, en dioses mediadores y en héroes civilizadores, así como en la existencia de la Tierra sin mal (Yvy marãe’ȳ), tierra en la cual los hombres cohabitan con los dioses, constituían los pilares de la religión. Estas creencias se exteriorizaban de una manera privilegiada a través de la Palabra que sintetizaba en sí misma el atributo ético y estético del Ser guaraní.
Vamos a detenernos sobre este aspecto, pues la Palabra está en el centro del tema que nos ocupa. Nos atrevemos incluso a remover ciertos prejuicios conceptuales porque vamos a hablar de la Civilización de la palabra y la Palabra de una civilización al referirnos a los guaraní. Nuestro propósito es, efectivamente, hablar de ella como piedra angular de toda una civilización, puesto que el universo guaraní construido, desde sus raíces más profundas, con la palabra no podrá ser comprendido de otra manera. Para ello recurriremos a los Mitos.
Ayvu Rapyta, el Fundamento de la Palabra, es el título dado al conjunto de los textos míticos de los Mbya-Guaraní, etnia de la familia Tupí-Guaraní, que ha conservado durante siglos los mitos, considerados los más auténticos y valiosos de la cultura guaraní. Ellos fueron recogidos por León Cadogan desde 1946. La primera edición data de 1959 y fue publicada por la Facultade de Filosofía, Ciencias e Letras de la Universidade de São Paulo en su Boletín 227-Antropología, bajo los cuidados de Egon Schaden. Nosotros disponemos de la edición preparada por Bartomèu Melià y sus colaboradores, aparecida en Asunción en 1992.
Estamos frente a una obra excepcional, la más auténtica, profunda y majestuosa de la mitología guaraní. Ella contiene los mitos fundadores, los Ñe’ẽ Porã Tenonde (las Primeras Bellas Palabras) que hablan del origen de los dioses, de la creación del fundamento de la palabra (colectiva e individual), del fundamento del amor comunitario, de la creación del mundo y de los seres humanos. Ayvu Rapyta nos lleva a la fuente misma del pensamiento Mbya-Guaraní en el cual bulle todo el sistema filosófico y religioso en su forma más lujuriante y poética. El universo guaraní es el que se despliega haciendo vibrar sus palabras sobre el bien y el mal en la complejidad de sus lazos, sobre la noción del espacio-tiempo en su perpetuo movimiento, sobre la vida y la muerte en la diversidad de sus manifestaciones en esta obra. Profundas son las reflexiones sobre el Ser “yo que somos nosotros”, como dice Melià, sobre la esencia de la bondad-belleza, ideal supremo o estado de aguyje (perfección), necesario para acceder a la Tierra sin Mal. Profunda es al fin la reflexión sobre la vida en general en sus múltiples formas, en donde hasta las plantas también poseen un alma. Insistimos sobre el hecho de que la Palabra constituye la columna vertebral de este universo. Para los guaraníes la palabra no es solamente un medio de expresión, ella es el sitio, el “asiento” de toda existencia.
El lenguaje humano (ayvu) constituye el centro de la articulación del Ser, concebido como el asiento de la palabra habitante (ñe’ẽ) y determina la relación de los humanos con las divinidades. La creación se realiza con la transmisión del lenguaje a los guardianes de la palabra por los dioses. Extraño puede parecerle a un occidental el sistema filosófico y religioso guaraní, sistema que no considera a los humanos como disociados de los dioses, sino como una parte de lo divino. Los guaraníes, al convertirse en los poseedores de la Palabra, reciben un don y un instrumento que les permitirá construir la vida en la tierra y, al mismo tiempo, estar en relación con los dioses y alcanzar, gracias al estado de aguyje, la Tierra sin Mal, sin pasar por la muerte. Extraña puede parecer, en efecto, esta religión poco preocupada por establecer el orden divino-humano en términos de una sujeción de los hombres a los dioses, religión que privilegia el acto locutivo, la práctica del buen uso de la Palabra, como un medio para igualarse a los dioses. A través de este procedimiento la religión guaraní está siempre presente en todas las actividades cotidianas. Es fundamentalmente una religión de la vida cotidiana, de la praxis social.
En síntesis, repetimos con Melià, “Los guaraníes no sólo son Señores de la Palabra, como ya lo notaron conquistadores y misioneros, sino que ellos se saben Palabra”.
El acierto de los conquistadores, de los misioneros en particular, radica en haber captado el arraigo de la lengua entre los Tupi-Guaraní y en haber comprendido que su uso era inevitable para llevar a cabo la empresa colonial. Con ella tenían la herramienta comunicativa inter-tribal que necesitaban para vehicular las semillas del nuevo pensamiento. El rango de lengua general que le fue otorgado obedecía pues a una necesidad objetiva.
En el caso del Paraguay la lengua guaraní muy pronto pasó a ser la lengua mayoritaria de la nueva sociedad. En las Reducciones jesuíticas su predominio fue absoluto y fuera de ella su uso cotidiano era generalizado.
De ese modo, el periodo independiente heredó una lengua nacional, reestructurada por cierto, pero sólidamente consolidada a través de los avatares de guerras y de paz, perfectamente preparada para ir cubriendo las necesidades de los espacios comunicativos de los paraguayos. Las Bellas Letras guaraníes que conocieron su esplendor durante los años 30 del siglo xx han producido verdaderas obras maestras. Autores populares y cultos privilegiaron la lengua materna para dejar piezas de notable perfección en los surcos de la literatura guaraní paraguaya.
Actualmente, el guaraní hablado en el Paraguay es una de las lenguas nacionales y oficiales del Estado. La denominación de guaraní paraguayo corresponde a la variante nacional hablada hoy por toda la población, en su mayoría no indígena, a diferencia de las demás variedades étnicas existentes. Como hemos visto, esta lengua ligada profundamente a su terruño fue modelando la identidad de la nación y, acompañando los vaivenes de su historia hasta llegar a convertirse en la primera lengua amerindia oficial en los límites de un Estado, en nuestro continente. La Constitución nacional de 1992 consagra su carácter de lengua oficial en el Artículo 140: “El Paraguay es un país pluricultural y bilingüe. Son idiomas oficiales el castellano y el guaraní. La ley establecerá las modalidades de utilización de uno y otro. Las lenguas indígenas, y de otras minorías, forman parte del patrimonio cultural de la Nación”. En cumplimiento de esta ley fue promulgada la Ley de lenguas en el año 2010, en el año 2011 fue creada la Secretaría de Políticas lingüísticas y en el año 2012 la Academia de la Lengua guaraní.
Pero la lengua guaraní sigue latiendo también en el substrato profundo de su universo histórico. Nombres, prácticas culturales, conocimientos y valores comunes hablan de caminos recorridos y de senderos abiertos para los pueblos que la mantienen viva.
Numerosas y diversas iniciativas han sido emprendidas para transitar por estos senderos. Pasaremos a señalar los avances obtenidos en este sentido:
La valoración de la importancia que representa la lengua guaraní en la región, especialmente en los países del MERCOSUR, fue creciendo a la par de las reivindicaciones que planteaban su promoción social como un derecho humano fundamental. Las discusiones a este respecto tuvieron lugar en el seno de esta entidad desde el año 1995 y dieron como resultado el reconocimiento del origen histórico común del guaraní por sus cuatro miembros fundadores. Seguidamente, la segunda Reunión Especial del Mercosur Cultural, celebrada en Asunción en junio de 1995, aprobó el proyecto multinacional “Misiones Jesuíticas, Camino de la Integración”, y declaró oficialmente al guaraní como una de las lenguas históricas del Mercosur. La provincia argentina guaranófona de Corrientes le otorgó el status de “Lengua oficial alternativa” en el año 2005. Al año siguiente fue reconocida como “Lengua oficial regional” en Bolivia. Sin embargo, el rango definitivo que le corresponde a la lengua Guaraní en el MERCOSUR sigue pendiente aun cuando en el año 2006 haya sido admitida como uno de los idiomas del Mercosur según Decisión 31/06 del Consejo del Mercado Común. La misma fue ratificada por los Presidentes del Mercosur en su reunión del 19 de enero de 2007, pero su uso como tal sigue demorado debido a que no se ha especificado su admisión como lengua de trabajo. Por otro lado, esta problemática fue llegando igualmente a otras instancias. El 7 de agosto de 2014 el Presidente de la Delegación paraguaya ante el PARLASUR manifestó que “Es un hecho histórico para nuestro país que el Parlamento del Mercosur incorpore nuestra lengua guaraní como idioma oficial tanto para el uso en las sesiones como en documentos emanados del órgano. El guaraní forma parte de nuestra identidad como pueblo, es un idioma que es hablado en varios países como Argentina, Brasil, Bolivia y Uruguay convirtiéndose de esa forma en la lengua autóctona americana más hablada en Latinoamérica”, señaló el parlamentario.
El guaraní, al emplearse efectivamente como idioma de trabajo del Parlasur, pasa a cubrir un ámbito de comunicación de suma importancia en el contexto de las relaciones multilaterales. Con el empleo de una lengua propia de América, el Parlasur crea un espacio común para reflejar el pluralismo y las diversidades de la región, promoviendo así la auténtica integración regional y continental. Este acto memorable, lastimosamente, aún no es valorado como debiera serlo, por su simbolismo primero, pues América, era antes de ese reconocimiento, el único continente del mundo donde ningún idioma auténtico tenía vida y uso normal en los bloques de naciones que en él se formaron y, luego , fundamentalmente, por las posibilidades que abre esta lengua como un recurso para el aprovechamiento recíproco de los bienes, conocimientos y valores que poseen nuestros pueblos, para desafiar el presente y el futuro. Particularmente este aspecto es el que se ha tenido en cuenta por la UNESCO al conmemorar el Año internacional de las lenguas en el 2007, al incluir al guaraní entre sus lenguas oficiales para difundir el mensaje inaugural del entonces Director general Koichiro Matsuura.
Acompañando los pasos de la modernidad, el guaraní ha incursionado también en el ciberespacio ocupando importantes plataformas que difunden diversos tipos de contenidos. La Secretaría de Políticas lingüísticas impulsa el uso de las nuevas tecnologías teniendo en cuenta que los idiomas, debido a su compleja imbricación con la identidad, la comunicación, la integración social, la educación y el desarrollo, deben ser utilizados en todos los soportes y en todas las ocasiones.
En este espacio nosotros hemos señalado los grandes avances obtenidos por la lengua guaraní en el plano nacional, regional e internacional. Abogamos porque estos avances sean sostenidos e incrementados. El emprendimiento de nuevas acciones no deberá ser postergado. Ellas pueden abarcar los más variados espacios como el académico, el administrativo, el artístico, el turístico y otros para que esta “nuestra lengua” vuelva a ser de Todos y sea nuestra Palabra para crear un nuevo modo de vivir en Paz.
Hi’ã ñamombareteve jahavo ko ñande Amérika ñe’ẽ ypy, ñane moirũva ko’ãga peve mba’e porã ha mba’e vaípe. Tove tajagueroguata katuĩ ha tomopu’ã ñane ndive tetã joaju jekopyty.
Fortalezcamos cada vez más esta lengua ancestral de nuestra América que nos sigue acompañando en nuestros logros y reveses. Forjemos con ella los caminos de la Paz para nuestros pueblos!
Aguyjevete!
Muchas gracias!
Referencias útiles:
Secretaría de políticas lingüísticas: www.spl.gov.py
Academia de la Lengua guaraní: academiadelalenguaguarani.org.py
Instituto Superior de Lenguas: http://www.fil.una.py
https://www.facebook.com/ISL.Oficial/
Banco de datos: www.langas.cnrs.fr
INALCO: www.inalco.fr
Ediciones: Servilibro: www.servilibro.com.py
Sitios web: http://corpus.spl.gov.py
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