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“Di como título a mi mural en la Biblioteca del Memorial de América Latina:
Escritor, dramaturgo y poeta. Se convirtió en anónimo por nuestra falta de memoria y principalmente por la dictadura que confiscó el manuscrito de su obra, Literatura Americana no Exílio, en la aduana del aeropuerto de Congonhas en São Paulo, cuando llegó enfermo e indefenso de Paris por el único delito de ser solamente escritor. Sospechoso, fue liberado, pero su obra fue confiscada y se perdió quizá para siempre.
Julio Cortázar le dedicó un pequeño cuento “O Grande Urso Solitário de Paris”, publicado en un pequeño periódico alternativo de São Paulo de aquella época, en su homenaje póstuma. Invocó a la intelectualidad de São Paulo que rescatara su obra. Atiendo de esa manera, dentro de una biblioteca consagrada por la grandeza de la obra de Oscar Niemeyer que nos dio guarida para siempre.
A quien pueda interesar, que encuentren la punta del ovillo.
Quien descubre en una multitud anónima alguien conocido alivia con afecto. La denuncia del personaje anónimo, la descubierta del sal de la tierra.
(Integração das Artes, libro publicado por Memorial en 1990, pag. 37).
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