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Libertad, aunque tardía
El martirio de Tiradentes, contado por Antonio Callado
VOZ 2: Que no se diga, sin embargo, que los intelectuales que rodeaban Tiradentes – y que, después de presos, pelearan entre sí, lloraran y se recriminaran – no escribieran nada en contra la opresión que imperaba en Minas Gerais. Son de grande valor las Cartas Chilenas, sátira en verso. Hasta hoy no se sabe con absoluta seguridad quien escribió esas cartas, firmadas por Critilo y dirigidas a Doroti. La mayor probabilidad es que sean del propio Gonzaga. Pero es seguro que no traten de Amarilis, ni de Galatea o Coridon. Es buena y valiente sátira política.
En el segundo grupo del panel, Portinari pintó el episodio de la lectura de la sentencia, en la sala del Oratorio de la Cárcel. Tiradentes, con sus famosas barbas crecidas en la cárcel, recibe la condenación a la muerte, altivo, fuerte, sereno. Los otros inconfidentes escuchan todo consternados, desesperados, pues en este momento creen estar condenados también a la horca. Adelante, los dos conjurados Resende Costa. El padre, al escuchar la sentencia, llora, sus piernas tiemblan, y el hijo lo ampara y sostiene.
VOZ 1: A la secuencia la tragedia, el suplicio. El historiador fundamental de la Conjuração Mineira, Joaquim Norberto de Sousa Silva, no esconde la curiosa antipatía que siente por Tiradentes, que lo ve muy fanfarrón, imprudente. Norberto no entendió, o no quiso entender, que Tiradentes, soñador como los otros, visionario en términos políticos, tuviera además de eso un plan de gobierno y de iniciativas prácticas en la cabeza. Era, dice Norberto, un dispersivo, que ya planeaba construir un acueducto para mejorar el abastecimiento de agua de Rio de Janeiro. ¡Eso antes que rayara la libertad! Aunque en relación a la muerte grave y serena del mártir, Norberto, hablando exactamente en su altiva resignación, exclama, un poco exasperado: “¡Prendieran a un patriota; ejecutaran a un fraile!”
Con todo, como historiador, Norberto de Sousa Silva es honesto y escrupuloso en la presentación de los hechos. Y el resultado de esa honradez es que Tiradentes vence fácil la prevención del propio biógrafo, y emerge del libro radioso y bello como vemos en el panel.