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Libertad, aunque tardía
El martirio de Tiradentes, contado por Antonio Callado
VOZ 1: La idea del verso virgiliano fue del poeta Alvarenga, que, a propósito, en una de las reuniones de los conspiradores, dijo que el movimiento que planeaban no debería tener un jefe, un líder. Declaró que no había, entre ellos, una cabeza a pensar por muchos individuos pero sí muchas cabezas en un solo cuerpo, el cuerpo de la rebeldía. Como se ve por el restante de la historia, pasó todo lo contrario, puesto que los rebeldes solo tuvieran una cabeza y un único cuello, el de Joaquim José. Nadie más murió, debido a la conspiración.
Además, rectifiquemos: uno de los poetas murió, Cláudio Manuel da Costa. (spot en Cláudio). Él tenía, entre los árcades, el apodo pastoril de Glaucestes Satúrnio. Fue encontrado ahorcado en la mazmorra, en Rio.
Cuanto a Gonzaga, que fue desterrado en Mozambique, nunca pudo casarse con su querida Marília, que murió con más de 80 años. Sin embargo, a pesar de su pena de destierro, tuvo pronto publicado en Portugal, con amplia licencia de la Real Mesa de la Comisión General sobre el Examen y Censura de los Libros, su Marília de Dirceu. Qué bueno. La gran arte absuelve incluso poetas que fueran, como hombres, frágiles y timoratos. Gonzaga, con aguja, bastidor y dedal de oro bordaba, punto a punto, el vestido de novia que Marília no vistió, por lo menos no para casarse con él. Dicen que escribió versos incluso en los muros de su mazmorra, usando como tinta las cenizas del candil y como pluma espinos de naranja. Pero escuchen al poeta, que siempre encanta el oído:
Propunha-me dormir no teu regaço
as quentes horas da comprida sesta.
escrever teus louvores nos olmeiros,
tocar-te de papoulas na floresta.
Julgou o justo céu que não convinha
que a tanto grau subisse a glória
minha.