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Libertad, aunque tardía
El martirio de Tiradentes, contado por Antonio Callado
A pedido de Flávio Rangel, Antonio Callado escribió un guión de audiovisual que debería contar al mismo tiempo la historia de Tiradentes y de la producción del panel Tiradentes. Desafortunadamente, ese trabajo nunca fue filmado. Pero vale la pena leerlo paseando los ojos por los detalles de la pintura de Portinari.
Dedico este guión de audiovisual a Flávio Rangel, amigo querido, que murió en octubre del año pasado. Flávio tuvo la idea del programa al ver, entonces instalado en el Palácio dos Bandeirantes, el Tiradentes, comprado por el gobierno de São Paulo del Colégio de Cataguases en 1975.
– Un audiovisual – me dijo Flávio – que hable sobre el panel a los visitantes, sobre todo a los estudiantes, a los adultos olvidadizos de historia e incluso a los turistas.
Escribí el guión para Flávio, que le había propuesto al gobierno de la época, y que no lo realizaría. Por alguna razón el proyecto no tuvo continuidad. Quizá pueda ser aprovechado ahora, cuando el Tiradentes está realmente expuesto a las multitudes, en Memorial de América Latina.
(Para ser lido por varias voces, o dos, desde que sean conocidas y queridas por el público, como las de Fernanda Montenegro y Paulo Autran. El spotlight se detendrá naturalmente sobre las partes del panel mencionadas en la narración y sobre uno u otro elemento externo, como, por ejemplo, el billete de Graciliano Ramos y la carta de Cicilio Matarazzo.
Antes que se oiga el primer habla, suenan acordes de Bachianas nº 5, de Villa Lobos)
VOZ 1: Portinari era pintor de una inagotable paciencia con los detalles de la obra que tuviera delante de sí, en el caballete. Pintaba, después perfeccionaba, retocaba. Para los cuadros históricos hacía, basados en sus lecturas y búsquedas, esbozos, croquis, hasta estar satisfecho con la expresión que debía dar al rey, al bandeirante, al mártir. Frecuentemente, cuando estaba en el atelier trabajando, ese pintor nacido “en la Alta Mogiana”, como decía, hacía recordar el trabajo de sol a sol del padre y de la madre, plantadores de café, como si ellos también, con el pincel, estuviera sembrando la tierra – en el caso la tierra de la sensibilidad del Brasil, de la memoria de su pueblo.