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Un grito ecológico
“La escultura de Franz Weissmann elegida por Oscar Niemeyer para el Memorial de América Latina pertenece a una serie de rinconeras (placas de metal dobladas en sentido longitudinal), que el escultor llamó “Flores de Aço”. El artista tiene realizado variables de este principio, paralelamente a las fases más sencillas y/o minimalistas. Algunas pueden ser vistas en locales públicos o en jardines particulares.
“La escultura de Franz Weissmann elegida por Oscar Niemeyer para el Memorial de América Latina pertenece a una serie de rinconeras (placas de metal dobladas en sentido longitudinal), que el escultor llamó “Flores de Aço”. El artista tiene realizado variables de este principio, paralelamente a las fases más sencillas y/o minimalistas. Algunas pueden ser vistas en locales públicos o en jardines particulares.
La primera nació de un impacto visual. Al ver una flor desabotonar, a su lado, calentada y iluminada por el calor de una lámpara, observó (más atentamente) la disposición formal de sus pétalos estrechos y largos, con una leve dobladura, una sutil “rinconera”. De la experiencia de ese momento mágico surgieran en sus obras las “flores” geometrizadas, compuestas de dobladuras en acero, rectilíneas o diagonales, en cuadrados o rectángulos. Para él, no son esculturas figurativas, tampoco la transformación de la flor en algo abstracto: solo una recreación libre, signo y símbolo de la flor. La de Memorial se asemeja, al acaso, a algunas flores de los trópicos, dobladas, vigorosas y rojas, unidas en raros adornos. Por eso Weissmann le dio el nombre de “Grande Flor Tropical”, en homenaje a América Latina. Sin embargo, es solamente una estructura constructiva, de buscado rigor matemático y precisión geométrica en las relaciones de las proporciones y en la configuración de los elementos modulares.
De las piezas de la misma serie, es la más abierta, la más “transitable”, como lo diria Mário Pedrosa. El objetivo de Weissmann fue integrarla a la gran Plaza destinada a manifestaciones populares. Las personas pueden recurrir su espacio interno, ver y sentir de cerca sus juegos formales. Dinámica y vaciada, aparentemente es leve, aunque pese más de 16 toneladas, con sus cinco rectángulos, formando rinconeras en agudas diagonales. Agresiva en el color y en la forma, provoca un fuerte contraste con la arquitectura de Oscar Niemeyer, serenamente curvilínea y, en Memorial, toda blanca. Directamente puesta en el suelo de la Plaza, se apoya solo en tres puntos, en un equilibrio estudiado, que se opone a las leyes del binomio peso-gravedad. La escultura flota. Lanzando sus “pétalos” (las rinconeras) en varias direcciones, la gran “flor” se proyecta en el espacio, adquiriendo apariencias diversas de cada ángulo en el que es observada. Vive, en plenitud, sua versatilidad formal.
Alguien dijo al artista que la escultura roja, en Memorial de América Latina, parece “un grito ecológico”. En verdad, fue esta la intención de Weissmann. Entre los trabajos que presentó a Oscar, algunos más sencillos, ese era el que prefería. Creía ser el que mejor se adaptaba a las características y al significado del local.
Fui testigo silenciosa de que ni él ni Oscar dijeran una solo palabra, en el momento de la decisión. Presencié la digna discreción de los dos artistas. Emocionada vi el arquitecto captar el mensaje del escultor. Sin ninguna información de Weissmann, Niemeyer apuntó hacia la escultura en rinconeras. Instintivamente, ambos se unieran, sintiendo la importancia de transmitieren (juntos) un mismo mensaje: en Memorial, la escultura/flor/signo debería convertirse en símbolo de la ecología tropicalista. Un alerta para la necesidad de preservación de las últimas grandes forestas de la Tierra, las tropicales, por las razones ya tan divulgadas y muchas veces no oydas.”
Declaración de Maria Eugênia Franco en el libro Integração das Artes, editado por Memorial de América Latina, en 1990, pag. 25.